Cinco otoños han pasado. Tu sueño ahora es distinto, casi irreal. Vas atorado entre mi voz, salpicando letras y distribuyendo risas. Insistes en irte y tercamente seco tu nombre, lo gasto raspándolo contra esta impotencia, sofocándolo con este llamarte. Tu muerte es mi mar, mi desierto, mi espejismo... ellos la ilusión de lo infinito, ellos la presencia eterna de la falta.
Todos los vacíos en uno, todos los octubres sin julio.
A mi dulce estrella negra, YP(1978-2002)
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